A
Rafael, Esther y Tomás.
y
un rayo de luz triangular
de dulce amor fraterno
ilumine con
la amistad
al sentir la hora en el reloj
de la oscura plaza
pública
(tvb)
*******
«Del
mismo modo que el papel moneda circula sustituyendo a la plata, así
circulan en el mundo, en vez del respeto verdadero y la verdadera
amistad, las demostraciones y la afectación externa, la imitación y
la mímica más naturalizada posible con que se las imita. […] La
verdadera y genuina amistad presupone la participación objetiva y
absolutamente desinteresada en la dicha o desdicha del otro, y la
identificación real de uno mismo con el amigo. Se opone de tal
manera al egoísmo de la naturaleza humana, que una amistad verdadera
pertenece a ese tipo de cosas que, (…), no se saben si existen
realmente o si sólo habitan en el reino de la fábula. No obstante,
hay lazos entre los hombres que si bien se basan en ocultas
motivaciones egoístas de muy diversa índole, poseen un granito de
esa verdadera y genuina amistad; lo que basta para ennoblecerlos de
tal modo que muy bien puede permitírseles adoptar con cierto
derecho, en este mundo de tantísima imperfección, el nombre de
“amistad”. Por lo menos tales lazos se encuentran a enorme
distancia de lo que son las relaciones comunes, que suelen ser de tal
naturaleza que nos veríamos obligados a no volver a cruzar palabra
con la mayoría de nuestros “buenos conocidos” si pudiéramos oír
cómo hablan de nosotros en nuestra ausencia.»
(Arthur
Schopenhauer. Aforismos sobre el arte de saber vivir. Trad. y prólogo
de Luis Fernando Moreno Claros. Presentación Carlos García Gual.
Madrid: Ed. Debate, 2000, págs. 185-186)